Os podéis preguntar el por qué me centro, dentro del amplio espectro de la terapia, de mi formación y experiencia, en la Paternidad Consciente.

La razón es sencilla:

Como hija sé qué padres hubiera necesitado tener de niña, cuáles son las carencias y necesidades que he tenido y no han podido satisfacer. Entre los 0 y 7 años es cuando surgen las heridas emocionales en el ser humano por no tener satisfechas nuestras necesidades en el momento que surgen. No hay persona que no tenga heridas; por lo que, ser un padre/madre consciente no te garantiza la “perfección” absoluta en tu función paterna. Te asegura la tranquilidad de estar aportando a tu hij@ unas herramientas de gestión emocional y una libertad y acompañamiento del peque para que aprenda a ser feliz.

Precisamente debido a que el periodo de tiempo en que se forman las heridas emocionales, creencias, apegos, ego y nuestra personalidad es entre esos 0 y 7 años que mencionaba antes; la importancia del aprendizaje y de la relación de los padres entre sí y hacia los hijos en esa etapa es crucial para el futuro adulto. Lo que aprendemos en esos años marcará nuestro futuro y nuestro destino; ya que es un aprendizaje que se instaura en nuestro inconsciente  sin darnos cuenta y dirige nuestra vida. Ya de adulto y normalmente cuando algo en la vida nos va mal empezamos a indagar, a intentar entender el por qué y si profundizamos lo suficiente llegaremos a tomar conciencia de la razón, del origen. Ese origen nos llevará a nuestra infancia donde observaremos que eso que nos falla en nuestra vida se fraguó con lo aprendido u observado en nuestra familia de origen.

Si por ejemplo el modelo de relación de pareja que he tenido en la infancia, que es el que representan mis padres; era una relación tormentosa, donde mi padre maltrataba a mi madre; yo crecí pensando que ese comportamiento era normal, no conocí otra cosa. Nuestros padres son nuestros modelos a seguir o no seguir. De mayor imitaré a uno de los dos; o a mi padre, siendo yo una maltratadora, abusadora, o a mi madre siendo sumisa como lo fue ella. Por lo tanto ese aprendizaje me acompañará de adulta afectando a mis relaciones de pareja. Este es un ejemplo muy general de la influencia de nuestro aprendizaje entre los 0 y los 7 años de vida.

Mi acompañamiento no va dirigido hacia el modo de educar a los hijos sino hacia un mayor autoconocimiento de uno mismo y de los peques y sus necesidades. Como he comentado en otras ocasiones detrás de cada comportamiento del ser humano (en este caso hablo de los niños) se esconde una necesidad no cubierta, no atendida.

Mi labor como terapeuta, en este caso, consiste en acompañar al adulto y padre/madre a sanar en él ese periodo de su vida donde se formaron esas heridas, creencias, limitaciones, apegos, personalidad y que de alguna forma le están limitando en su vida actual. Esas necesidades normalmente las proyectamos en nuestro entorno más cercano; siendo normalmente la pareja y los hijos el blanco perfecto; pretendiendo que estos satisfagan esos deseos que nuestros padres no pudieron hacer durante nuestra infancia.

Por ello mi función va dirigida a que esos padres tomen conciencia de esas necesidades de los niños en vez de corregir su comportamiento intentando que se asemeje al de ellos. Para poder identificar correctamente las necesidades de los hijos es necesario previamente haberlas reconocido en uno mismo. Sin esa toma de conciencia será difícil que sepamos ver lo que los niños demandan, necesitan.

En definitiva mi objetivo es conseguir un mayor entendimiento entre padres e hijos de 0 a 7 años, gracias a la sanación de los padres. A mayor comprensión del adulto progenitor mayor paz y armonía habrá en el ambiente familiar y más estable, equilibrado y feliz será el hijo.

Igual os estáis preguntando ¿Qué pasa si mi hijo ya supera esa franja de edad? Pues en ese caso la problemática o necesidades que el hijo tenga están relacionadas con el aprendizaje del periodo de 0 a 7. Ese hijo ya tiene asentados, más arraigados unos conocimientos y creencias aprendidos.

Hay muchas técnicas que se ofrecen y que enseñan cómo educar (insisto que no es mi caso); y están bien en cierta medida. Me explico: Yo pude haber perdido 20 kgs en una dieta y puedo escribir un libro explicándote cómo hice para conseguirlo. Tú puedes probar esa dieta y no servirte; es más, puedes acabar ganando peso. Puedes pensar que te he engañado; cuando en realidad no es así; a mí me funcionó. Esa dieta puede ser buena para mí y no tanto para ti. Cada persona, situación y experiencia es única. Si en el libro no tengo en cuenta otros factores alternativos por los que puede que tu dieta no funcione, no funcionará para algunas personas. No he tenido en cuenta por ejemplo si hay intolerancias alimenticias, si la persona sufre de ansiedad o estrés, la personalidad del que decide ponerse a dieta…una infinidad de factores que pueden hacer que mi técnica no funcione a otros mientras a mí me fue bien.

Por ello el autoconocimiento debería ser considerado una obligación, una necesidad básica como el comer y respirar. Si fuéramos conscientes a una edad temprana de que trabajando en nosotros mismos mejoramos enormemente nuestra calidad de vida lo haríamos desde nuestra edad escolar, convirtiéndonos en adultos más realizados, felices y hábiles en la gestión de nuestras vidas.

Agradece la toma de conciencia y tu necesidad de indagar, profundizar y atravesar tu oscuridad para salir mucho más reforzado habiendo soltado tus cargas inútiles; tengas la edad que tengas. Lo importante es vivir esta vida lo más plenamente posible.

Ahora podéis comprender mejor cómo mi motivación, mi propósito, mi pasión me mueven hacia ese acompañamiento de procesos de toma de conciencia y sanación de padres, madres, tutores y educadores de niños entre 0 y 7 años.

¡No hay nada tan gratificante como el saber que has contribuido, mediante tu acompañamiento, a que otra persona mejore su calidad de vida, su bienestar, su paz, su felicidad! ¡Al servicio de la vida, SIEMPRE!